Tenía gran razón Cela con su visión caleidoscópica del mundo en “La Colmena”. Una se siente liliputiense cuando, al contrario de lo que quisiera crece en cuerpo y conocimiento, en alma y relaciones sociales. Y así se descubre una cantidad sin fin de vidas y vidas, una detrás de otra, todas ellas iguales de complejas y sencillas que la mía.
“Creced y multiplicaos”. Ahí el hombre dijo “¡A la orden!”, y se multiplicó en número, posibilidades, capacidad, inconveniencias, prodigios y entuertos por deshacer.
Tras muchos más de seis mil millones de personas, me encuentro yo, echando de menos a una seis-mil-millonésima parte de ellos. El hombre es un animal sociable, político, egoísta…Cantidad de filósofos que históricamente acaban coincidiendo en que cada uno barre para su casa, arrima el ascua a su sardina, y espera a que la gente venga mientras él, de brazos cruzados no va personalmente a llamarlos al interfono.
Mil y una excusas tengo para justificar mis últimos ataques de artrosis dactílica a la hora de llamar, y una de ellas sería que yo también pertenezco a la racista raza humana. Ahora me lamento, me retuerzo, me quejo y me lamo las heridas. “Busco la niña que fui”, como diría Luz Casal, y a lo niños y niñas con los que iba.
Busco abrazos, manos, ojos y palabras a los que atar para nunca se vuelvan a ir. Me estoy agarrando a un clavo que apenas arde, y que probablemente sea un espejismo. Y así es como me doy cuenta…
Así es como caigo en la cuenta de que buscando esos orígenes me rebelo contra la naturaleza del hombre, que es, de por sí, nostálgica. Sin embargo, no quiero añorar, no quiero perseguir el pasado desde el presente. Porque las vivencias pretéritas siguen en mí, en mi memoria, y están sobre todo cuando sonrío sin darme cuenta, al pensar en ellas.
Al final, después de las pataletas de Peter Pan, me aferro a mí misma. Ahora sé que aquellos a quien abracé, hablé, consolé, invité, destripé mis penas y besé, nunca merecerán un ápice de olvido. Sigo siendo la misma niñata besucona, vivo en el mismo sitio y con el mismo teléfono para continuar dando la tabarra con él. Ahora tan sólo he crecido, y mis brazos también han crecido, porque quieren abarcar la gente y costumbres de antes, ahora y siempre. ¿Quién dijo miedo?
AIW --- 04/10/2000
Noruega
Hace 1 mes
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