Nadie supo nunca de dónde sacaba aquella dulzura, un frescor en la mirada que yo jamás había visto. Todo el mundo estaba a vuelta de todo, pero ella desafiaba a cualquier tópico. Me miró, me fulminó y me convertí en su vouyeure particular. Me encontré en ocaiones admirando sus gestos, e incluso mimetizándolos.
La echo de menos. Pienso en ella cuando veo en otras personas sus expresiones, cuando encuentro unos ojos que azulen tanto como los suyos. La menciono, hablo de ella en presente, doy lugar a confusión. "Ella siempre dice...".
Conocerla, supone para cualquier mortal un punto de inflexión. Nunca vuelves a ser el mismo. No vuelves a pasar por su calle sin pensar en ella, sin reconocer el poso que te dejó.
Cuando ella se fue todo el mundo fue a despedirla. No sé cuantos eran. Los sentía en multitud pero no quise mirar hacia atrás. No me hacía a la idea. Mi corazón sabía que no volvería a abrazar su vientre enfermo, arrodillada para no dañarle la espalda encorvada por los años. Pero en mi cabeza seguía su mirada, sus manos vacías y ofrecidas al rezar el Padrenuestro.
Mi pecho contenido explotó aquella fatídica noche. Su sello quedó impreso en todo mi ser, indeleble. Hoy día la siento mía, dentro, conmigo. Nadie pensó que nos uniríamos tanto como ahora, ni yo misma cuando comenzamos nuestra amistad.
Abuita, sigues viva, estás dentro de mí, y cada día te siento. Gracias.
Noruega
Hace 1 mes
1 comentarios:
Recuerda, "no mata la muerte, sino el olvido".
Tu amigo Rober.
PD: Me gusta mucho la fotografía en la que estás en la Plaza Mayor de Salamanca. La pose, la sonrisa, todo. El único defecto es que no se ven las... "estrellas"... jeje ;-)
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