He tardado mucho en escribir acerca de esta otra maravilla del mundo antiguo, pero lo cierto es que lleva rondándome por la cabeza mucho tiempo su imagen. He estado recreando mentalmente lo que sería ir en un barco por las mediterráneas aguas nacionales (en aquel entonces aguas de nadie) y llegar a Persia (ahora Egipto). Los que remaban eran esclavos, comprados a precio de animal y los que dirigían el cotarro a bordo eran mercaderes, rodeados de personal asalariado e incluso mercenario.
En el Siglo III A. de C., cuando los años se contaban al revés, y el futuro lo dictaban señores barbudos en túnica a partir de la meteorología y otras incertidumbres, el llegar sano y salvo al destino de una ruta en barco era todo un regalo divino que cotizaba a precio de oro.
Alejandro Magno era consciente de esta realidad. En Egipto ya llevaban tiempo asentados en comunidades dispersas algunos griegos, y cuando él llegó, habiendo vencido a Darío III y con él al imperio persa, fue recibido como libertador. Una noche soñó con la Isla de Pharos, delante de Egipto, en un sitio fantástico. Cuando llegó al lugar soñado ordenó crear un círculo de harina para delimitar el terreno a construir (no había yeso, y a falta de pan buenas son tortas). Los pájaros no tardaron en llegar para comérsela (también, es que vaya ideas...), él tuvo miedo por superstición, pero sus amigos los venerables sabios le dijeron que era buen augurio, que iba a ser un lugar próspero y productivo. Lo de ganarse la vida interpretando señales en aquella época debía ser un chollazo, le dices al jefe lo que quiere oir porque sólo tú sabes el significado, y listo.
Tardó tan sólo un año en decidir que le gustaba tanto el enclave donde se encontraba Rakotis, que lo bautizaría con su propio nombre y lo convertiría en Alejandría (a mí me gusta más este último nombre, qué quieres que te diga, tiene más garra).
Alejandría por tanto tiene una situación estratégica clave, casi tanto como Gibraltar. Se encuentra en el delta del Nilo, un río que fertiliza todo lo que tiene cerca de tantos limos y sustancias verdes que arrastra. Se llamaba delta y bautizó así a todos los demás por la letra griega que tiene su misma forma triangular. Hasta la construcción de la presa de Asuán (1956) hacía crecer su extensión la burrada de 3 kilómetros cuadrados por año. Tener tierras en este delta o cerca de él, debía ser algo así como una apuesta a todo o nada, pues las inundaciones que tanto mineralizaban el terreno y la hacían una de las zonas más fértiles del planeta, eran las mismas que sin avisar destrozaban cosechas en verano y a veces también fuera de temporada.
Alejandría estaba en el ojo del huracán de las comunicaciones por tierra y mar, comunicaba Asia , África y el Mediterráneo. El problema es que, estando en un barco, con una barbaridad de millas navegadas a pulso, sin agua, y con un sol de justicia, era muy difícil distinguirla a lo lejos, porque no había un sólo peñasco o edificio alto que la señalizara. Eso ralentizaba los atraques y el trasvase de mercancías. En esta situación Ptolomeo II tomó una decisión.
Ptolomeo II, era el segundo faraón de la dinastía Ptolemaica, que llevo a cabo grandes odiseas y conquistas. Era además todo un caso de incesto, porque, después de casarse con Arsinoé I, tener un hijo heredero con ella y repudiarla, se casó con su propia hermana, Arsinoé II (mira que había nombres...). Esto se convirtió en costumbre entre los Ptolomeos, porque así gobernaban los hermanos, de dos en dos, así todo queda en familia. Se les apodaba los "dioses filadelfos", es decir, que los dos eran considerados dioses, hermanos, y amantes entre ellos. Me recuerda un poco a la historia de "Gladiator", porque luego estas costumbres las heredaron algunos depravados mandatarios romanos. Se conoce que si te eriges en Dios, puedes hacer lo que te dé la gana, incluso montártelo con tu hermana, y nadie dice ni "mu".
Bueno, como decía, Ptolomeo II decidió construir, en el 285 A. de C., una enorme torre señalizadora en la isla que tenía justo delante el delta del Nilo. La isla se llama Pharos (de ahí que todos los faros se llamen así), y venía estupenda para señalizar a lo lejos sin entorpecer el tráfico marítimo. Consistía en una construcción de base cuadrada y planta octogonal (en la imagen, reconstrucción a escala), con 134 metros de altura. Se pretendía que fuese muy fuerte y robusto, porque, estando a la intemperie, en medio de corrientes marítimas, y siendo tan alto, tenía mucho que soportar. ¿Cómo lo hicieron? El arquitecto Sóstrato de Cnido puso en sus cimientos bloques enormes de vidrio, y la construcción de la estructura la compuso de bloques de marmol unidos por plomo fundido. Todo un mazacote titánico con una hoguera enorme en lo alto flanqueada por espejos formidables. De día reflejaba el fuego del sol, de noche el fuego de la lumbre.
Más tarde, Alejandro Magno, que siempre iba un paso por delante y por eso conquistaba tanto, ideó el Heptastadion. Se trataba de un dique que unía la isla con Alejandría, porque claro, estar todo el día remando para arriba y para abajo con leña para alimentar el faro debía ser la tarea de nunca acabar...tenía la longitud de siete estadios (un estadio eran 185 metros), de ahí el nombre. Estos griegos poniendo nombres eran muy prácticos.
Es la única maravilla que sobrevivió a las demás, junto con las Pirámides de Guizeh, que aún siguen ahí. Pero se quedó en ruinas en los terremotos de 1323 y 1303. Luego, como el ser humano siempre aprovecha todo, con los materiales un sultán construyó una fortaleza en el 1460. Con lo cual, a día de hoy, no queda resto visible alguno.
No quiero cerrar este post sin hablar de la gloriosa Biblioteca de Alejandría. Esa enorme y fantástica situada en el Museo (museo viene de "musa", las diosas inspiradoras de las artes), de cuyo contenido se sabe...nada de nada. Todo son especulaciones. Se dice que allí se contenían los tratados de los mejores filósofos griegos de la historia, y seguro que se dicen más cosas. Pero contrastadas o mínimamente probadas ninguna. En el 2003 la Unesco ha creado otra en el mismo sitio, por aquello de aprovechar la fama del sitio y tener más estrategia de difusión, supongo. Pero de la original todo lo que hay es "se dice" o "se cree"...decían que había más de 700.000 volúmenes. Tú fíjate para controlar el préstamo...Tan sólo se sabe que se destruyó entre el siglo III y el II A. de C.
Como con todo lo desconocido, se tiende a idolatrarla a ella y a su contenido. Os invito a pensar cuáles serían los volúmenes fantásticos y legendarios de toda la historia de la civilización humana que habríais catalogado en vuestra propia Biblioteca de Alejandría, Aliciería, Angeliquería, Pedrería, Paquería, Laurería...
Espero que hayáis pasado un rato agradable.
3 comentarios:
miss Alice,
puedo colaborar en vuestro blog ? desde luego respetando el ameno, didáctico, enjundioso y aplicado estilo.
Quisiera partir con una reseña del Ekeko, tan adecuado a estos tiempos :).. la puedo enviar por mail si es problema agregarme como blogsponsal, mi emilio es sthandier@yahoo.com
verbigraciosamente agradecer el buen rato propinado por un buen artículo literado. De tanto hacerlo, a uno a veces se le olvida pq le gusta leer.
A mi me gusta más el nombre de Rakotis, suena a jugador de baloncesto serbio lo menos. ¿Los dioses filodelficos estos tienen algo que ver con el queso? :-P
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