Al despertarse y haber dormido tanto notó que había crecido un centímetro más. Hacía mucho que no tenía esa sensación. Después de ducharse se miró desnuda en el espejo del baño. Sus pechos ya no sólo eran puntiagudos, empezaban a redondear. Lo cierto es que no se reconocía. No estaba hecha. No imaginaba el día en que alguien los agarraría con furor, atrayéndolos a su boca, como en las películas de Buñuel.
Recordaba el cuerpo de Pilar, en el vestuario del gimnasio. Ella ya era una mujer, y se le notaba consciente de ello. Sus curvas eran admiradas dos institutos más allá.
Decidió volverse a vestir. Botas, vaqueros y jersey. Ése sería su uniforme hasta que descubriera lo bellísimo que era su cuerpo, y lo que los hombres desearían agarrarlo como si fuese el último sobre la tierra. Pero eso sería diez años más tarde, cuando su cuerpo comenzase a perder la turgencia.
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