Estuvo cien años viajando por las casas de los cuatro vientos,
cien años pasó practicando hipnosis regresiva,
otros cien comió y comió huevas de esturión, paté de bicoca y muslo del último koala,
un siglo estuvo sin hablar y otro mirando al horizonte delante del deshielo que aún quedaba,
dibujó cien maravillas, una cada año, y compuso otras cien al piano para recopilar en un solo CD,
cien años dedicó a hacer y deshacer maletas por las casas de los amigos
y cien años se empleó en decorar y vaciar apartamentos.
Al final, sólo le quedaron cien años para masturbarse sin parar y de todas las maneras posibles.
Cuando se sintió vacío, renovado, y exhausto decidió volver a su recompensa, a los brazos de ella, quien le dijo mirándole sinceramente a los ojos:
"Mi amor, en todo este milenio... ¿Es que no has tenido ni un momento para mandarme un mensaje y decirme que estabas bien?"
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