Porque es más fácil inspirarse.
Porque nadie va a ver esa cara hinchada al borde de la gangrena, esos ojos de loca y esa babilla de impotencia precipitándose al lavabo, enfrente del espejo quien te escupe de vuelta tu patética imagen.
Porque eres capaz de permanecer sin respirar una eternidad y nadie se alarmará de tu capacidad pulmonar.
Porque puedes estar rato y rato a punto de parar y aún así retomarlo cuantas veces desees sin abusar del hombro de nadie y sin preguntarte si estás resultado extremadamente dramática, sea cual sea la causa.
Porque compatibilizar el autosuministro de papel higiénico con los hipidos no es una habilidad fuera de lo común y ya la has practicado en multitud de contextos diferentes.
Porque nadie te va a decir que pares, que hay gente peor, y que mal de muchos consuelo de tontos.
Porque nadie te va a pedir encarecidamente que relativices, nadie te va a recordar los aspectos positivos de la putada que te ha hecho llorar, y por la que deberías estar agradecida ya que te hace crecer por dentro y por fuera.
Porque, aunque sólo sea por una vez, estás pensando en ti misma, en nadie más, en ningún esfuerzo por el prójimo.
Porque el cese se hace esperar pero llega.
Porque el cese se hace esperar pero llega.
Porque es posible volver a abrir los ojos hinchados y jugosos y ver borroso tu fatigado rostro.
Porque después se duerme mucho mejor.
Porque después se duerme mucho mejor.
2 comentarios:
Jo qué cierto. Todo. Me ha encantado... llorar sóla a veces es un placer. Besitos María.
Ya se sabe que los chicos no lloran.
CYBRGHOST
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