La primera frase

Toda una vida de pasos entrecortados, 
como cada risa y cada llanto que jalonan. 
Cada epifanía convertida en furtiva lucidez, etérea, 
desvanecida al volver cada lunes. 

Un suspiro noctámbulo que devuelve al estómago 
la noción de órgano palpitante que es. 
Un inflado de pecho obligado y punzante, 
que me convierte en otro ser deseoso más. 

Cada vuelta que doy en derredor tuyo 
me siembra esperanzas.
Y despierto, 
sobresaltada, bombardeando miradas al reloj, 
preguntándome por qué sus números no encajan. 
Porque son números, me respondo, 
y están así ideados, 
para dejar paso a las letras. 
Letras que hoy dibujo 
y van directas a crepitar en mi magma. 

Toda una vida, te digo ahora, 
para perder brújulas. 
Busca, me dijiste, busca y llega. 
Señalabas con el dedo indice 
de quien viene de allí 
o de quien quiere salir de aquí. 

Pero el laberinto es engañoso, te digo ahora,
hay conejos con relojes, 
pétalos que flotan en direcciones 
tan prometedoras que viro en cada esquina. 

Este camino se revela único cada día, 
pero cada día, con el trino del primer vencejo, 
arrugo el papel de la anterior noche
y vuelvo a la primera frase:
"Toda una vida de pasos entrecortados, 
como cada risa y cada..."

Busca, me dijiste. Busca y llega. 
Yo camino, troto y repto. 
Rodillas, nudillos y codos en unísonos sangrados 
que se jalean al son del mismo guerrero. 

"Con mi paso y mi luz", 
con el cayado blandido y la barbilla en horizontal, 
basculando con la otra mano, 
el hatillo ligero pero acertado. 
Cada día. 

En la penumbra he escondido los restos del sueño anterior, 
los escondí bajo la cama, donde maceran todos juntos. 
Colores de guerra y vuelta a las quimeras. 

¿Cuál será hoy? ¿Lo sabes tú acaso?
Las once primeras eran de natillas, 
pero llegados el vodka y el sandwich de miel, 
cada intento no era más que un sucedáneo. 

Soy más vieja que tú. Seas quien seas. Lo soy. 
No tienes nada que enseñarme, lo siento.
Te crees abanderado de mi sino, 
pero sólo lo eres del tuyo, 
y eso no me sirve. 

Busco, busco y ansío llegar. 
El camino, dicen. 
Pero mis pies se rebelan, 
ya no quieren seguirme, 
y he vuelto a la ciudad, 
al mismo banco de cuando los filetes mal fritos. 
A mi alrededor flota
el aliento de quienes encontraron mirra. 

Anoche soñé que por fin encontraba 
después de muchas, muchas, muchas vueltas, 
mi propia cola. 

1 comentarios:

Miguel Ángel Pegarz dijo...

Demoledor. Mi aplauso.

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