Sueño, contigo, conmigo, con los árboles que nos rodean y los edificios que los tapan.
Los robustos ramajes que un día me cobijaron y alumbraron las flores que aún huelo.
Para encontrarlos sólo cierro los ojos,
respiro hondo y sigo el hilo de una flor:
la que yace en el río y da paso a otra nueva,
la que nace y nace.
Vuelvo a la fuente de la que todo parte, lo hago, poquito a poco, a trompicones, empujando los edificios que tanto me estorban, tapándome la nariz cuando huelo el amianto.
Levanto un dedo cuando encuentro el rastro y después sigo adelante.
Hoy sólo caminé dos pasos hacia ella.
Pero caminé.
La imagino silenciosa y bella, comienza a marchitarse, pero está ahí.
Me llama.
Aguarda, vida mía, aguarda, ya llego.
Puede que no llegue a tiempo, puede que para entonces no sea la misma que olí en el centro de la ciudad.
Pero estoy segura de que habrá dejado un bello rastro, y otra nueva naciente en su lugar.
Aguarda tú, entonces, jovencísima y tierna de color blanco.
Cuando te encuentre no te tocaré,
sólo aguardaré a tu lado a convertirme en tu compañera.
Así fue mi origen.
Así deseo caer.
Noruega
Hace 1 mes
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