Lo vi todo en un destello,
me desvelé y quedé ciega de luz,
como cada negativo
de mi rugosa caja de madera.
me desvelé y quedé ciega de luz,
como cada negativo
de mi rugosa caja de madera.
Sí, cariňo,
La cámara se desgasta.
El mismo botón que aprieto
diariamente,
día a día,
a diario,
cada
día...
La cámara se desgasta.
El mismo botón que aprieto
diariamente,
día a día,
a diario,
cada
día...
A la mañana se despereza:
y funcionar,
y captar nuevas luces,
una a una y como se merecen,
sin dañarlas,
sin dañarme, al menos no en público.
Abro y abro el objetivo, doy en su tope,
sabiendo que todo tiene fin,
que las recámaras se acaban,
que el pulso se debilita
y tuerce la imagen.
Quemada por truenos pasados,
por neones tempranos
que aseguraban no ser fatuos,
y sonreían de espaldas.
Así llegó mi lente cansada y descreída,
nublada,
queriendo mirar al Sol a la cara.
Pero no puedo,
esta bella luz hace doler,
me traiciona,
me hace llorar.
Esta noche saqué mi pañuelo,
tomé asiento y limpié bien mi álbum:
el blanco desapareció hace tiempo.
Esta mañana tenderé el pañuelo,
penderá y despedirá la sal seca y rugosa,
la que queda cuando el agua bendita se esfuma.
Sólo el Sol
devolverá la blancura.
1 comentarios:
Destila dolor y nostalgia.
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