En aquellos tiempos me recordaste que las cosas de esta vida son sus nombres, y que las Alicias no pueden ignorar serlo. Me recordaste. Digo me recordaste, porque yo esas cosas las supe tiempo atrás, cuando medía la mitad y todo era más grande que yo, salvo las verdades.
Con el tiempo todos acabamos en las mismas casillas de salida, sólo que no al mismo tiempo. Perderse en los comienzos es algo que me gusta hacer los viernes por la noche, cuando los bares hierven y las furias se desatan en la calle. En ese momento encuentro cobijo en la penumbra y acordes que me acunaron en los noventa vuelven a sacudirme los alientos.
Para cuando dejamos de mirar hacia adelante también deberíamos poder mirar hacia nuestros pies. Sé que está alto, da vértigo mirarse, e incluso puede que algunos no alcancen. Sin embargo, es primordial conocer nuestra ubicación para tirar de las próximas cometas en la dirección contraria al viento. "Recuerda, - me dijiste- si vas en la misma dirección, no volarás". Como te decía, esas cosas las sabía de pequeña.
Afortunadamente aún me quedan las noches, el morado, la purpurina, los dobles arcoiris, las marionetas de madera, el confetti, las alas de hada, todas las cosas capaces de rebotar, los hologramas, los palos prendidos que bailan en el aire, las estrellas fugaces, las caracolas con el mar dentro,... y mi caja de madera donde cabe todo eso y mucho más. Es una caja mágica porque, aunque la pierdas, sabes que aparecerá cuando la necesites. La encontrarás, la abrirás y sonreirás. Es así. Así de mágica es.
Hace poco crecí. Hacía tiempo que no lo hacía. Me miraba a los pies y estaban más lejos que antes. Después miré hacia arriba, pero el cielo no estaba más cerca, tan sólo era más grande. Resultó que también era mágico, porque de repente me vi sonriendo.
Con el tiempo todos acabamos en las mismas casillas de salida, sólo que no al mismo tiempo. Perderse en los comienzos es algo que me gusta hacer los viernes por la noche, cuando los bares hierven y las furias se desatan en la calle. En ese momento encuentro cobijo en la penumbra y acordes que me acunaron en los noventa vuelven a sacudirme los alientos.
Para cuando dejamos de mirar hacia adelante también deberíamos poder mirar hacia nuestros pies. Sé que está alto, da vértigo mirarse, e incluso puede que algunos no alcancen. Sin embargo, es primordial conocer nuestra ubicación para tirar de las próximas cometas en la dirección contraria al viento. "Recuerda, - me dijiste- si vas en la misma dirección, no volarás". Como te decía, esas cosas las sabía de pequeña.
Afortunadamente aún me quedan las noches, el morado, la purpurina, los dobles arcoiris, las marionetas de madera, el confetti, las alas de hada, todas las cosas capaces de rebotar, los hologramas, los palos prendidos que bailan en el aire, las estrellas fugaces, las caracolas con el mar dentro,... y mi caja de madera donde cabe todo eso y mucho más. Es una caja mágica porque, aunque la pierdas, sabes que aparecerá cuando la necesites. La encontrarás, la abrirás y sonreirás. Es así. Así de mágica es.
Hace poco crecí. Hacía tiempo que no lo hacía. Me miraba a los pies y estaban más lejos que antes. Después miré hacia arriba, pero el cielo no estaba más cerca, tan sólo era más grande. Resultó que también era mágico, porque de repente me vi sonriendo.
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