El Mar es un manto eterno
de rugidos y de calmada presencia,
de desvelamientos y de ensoñaciones,
que atropella y que abandona
como la vida misma,
pero que siempre está en cada uno,
como Dios mismo.
Flotan en él nuestros recuerdos,
la sal cierta del porvenir,
la etérea espuma
de lo que no ha de venir,
todas las contingencias,
y de ellas,
sólo las que quepan en las manos de aquel niño.
Es la única certeza que nos regala el horizonte,
el auxilio de mi agua salada,
el común de los mortales,
bravura cargada de razón,
tensa mansedumbre,
espejo de la Luna,
cielo en la Tierra,
cuna de los sueños,
fuga para el preso,
que es del magma
único contrapeso.
Dime, dímelo ya,
¿es el Mar mi padre?
Cierto que lo es,
pues una y mil veces me da la vida,
una y mil veces me perdona,
una y mil veces me arrulla,
me acoge, sana mis heridas,
me acaricia, me escucha, me mira,
y me bautiza.
de rugidos y de calmada presencia,
de desvelamientos y de ensoñaciones,
que atropella y que abandona
como la vida misma,
pero que siempre está en cada uno,
como Dios mismo.
Flotan en él nuestros recuerdos,
la sal cierta del porvenir,
la etérea espuma
de lo que no ha de venir,
todas las contingencias,
y de ellas,
sólo las que quepan en las manos de aquel niño.
Es la única certeza que nos regala el horizonte,
el auxilio de mi agua salada,
el común de los mortales,
bravura cargada de razón,
tensa mansedumbre,
espejo de la Luna,
cielo en la Tierra,
cuna de los sueños,
fuga para el preso,
que es del magma
único contrapeso.
Dime, dímelo ya,
¿es el Mar mi padre?
Cierto que lo es,
pues una y mil veces me da la vida,
una y mil veces me perdona,
una y mil veces me arrulla,
me acoge, sana mis heridas,
me acaricia, me escucha, me mira,
y me bautiza.
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