Diminuta

Los Reyes me enseñaron
que después de los regalos
vienen las ausencias,
y después de las ausencias
acuden las promesas.

Las promesas son anclas para fondear
en la salada esperanza de quien queda atrás,
para que nos mire al alejarnos,
para que nos salude con la mano
y sonría
hasta que desaparezcamos.

Con el tiempo aprendí que los dientes se caen,
que los padres también se rompen,
y que todas las abuelas del mundo son transparentes.

Aprender es crecer,
pero al crecer
siempre me siento más pequeña.

Al aprender despierto, violentamente,
de un sueño en el que reía,
los caramelos eran gratis,
la gente vestía de colores,
regalaba flores y piropos,
la música era para danzar
y los amigos sonreían con dos filas de dientes
hablándome del Mar con postales
que comenzaban: "Querida niña...".

Hoy desperté sin flores, sin caramelos,
sin música ni danzas,
en blanco y negro
y entre señores grises.

Hoy he aprendido que,
para saber del Mar,
deberé visitarlo yo misma.

1 comentarios:

Miguel Ángel Pegarz dijo...

estupendo. Un tono que no obstruye la narración y que dice muchas cosas de ti sin perder la belleza del poema, incluso cuando estas son duras.

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