Vivíamos en la penumbra que sólo otorgan los relojes parados.
Mientras el sol tejía y destejía tras la ventana
el tapiz de nubes que sólo descifra quien sabe soñar.
Y el perro no ladraba.
Bebíamos de la sombra que guarda dentro cada armario.
Al otro lado del cristal los patos querían ser cisnes
y nadaban hacia atrás,
hacia los desasosegados quince años.
Y el gato no se lamía.
Volábamos sin alas a ras y en mudas miradas.
En la calle las Iglesias cambiaban de color y empezaban a pinchar.
Y el vendaval era sólo de viento.
Nos despedimos del olfato, la vista y el tacto.
Y la palabra lo gobernó todo.
Mientras el sol tejía y destejía tras la ventana
el tapiz de nubes que sólo descifra quien sabe soñar.
Y el perro no ladraba.
Bebíamos de la sombra que guarda dentro cada armario.
Al otro lado del cristal los patos querían ser cisnes
y nadaban hacia atrás,
hacia los desasosegados quince años.
Y el gato no se lamía.
Volábamos sin alas a ras y en mudas miradas.
En la calle las Iglesias cambiaban de color y empezaban a pinchar.
Y el vendaval era sólo de viento.
Nos despedimos del olfato, la vista y el tacto.
Y la palabra lo gobernó todo.