El valor de un roce no tiene que ver con su duración en el tiempo, ni con la presión que con él se ejerce. Ni siquiera tiene que ver con las zonas corporales que contactan.
El valor de un roce es directamente proporcional al número de veces que ese instante se revive en la memoria, más el detallismo de la escena en que tiene lugar, más el tiempo dedicado a interpretar las intenciones de la otra persona.
Así pues,podríamos decir que:
Valor de un roce= {(núm. de roces x repetición mental) + grado de detallismo + tiempo de interpretación} / 100
Cuanto más se acerque el resultado a 1, más valioso es ese roce. Si el resultado es = 1, entonces, y dado que se trata de un único roce, tendremos que:
1 roce = 1
Es decir, le hemos conferido la importancia que de por sí tiene cualquier contacto corporal intencionado. Ergo: somos realistas.
Si el resultado es mayor de 1, nos encontraremos en el terreno de la fantasía. Es necesario dar salida a las fantasías con el objeto de alcanzar la propia estabilidad físico-mental. Por ello, las fantasías deben ser directamente instrumentalizadas en la autosatisfacción física tantas veces como se considere necesario.
De esta manera lograremos otorgar a ese roce un valor ajustado a la realidad y con ello armonía física y e pensamiento.