“14 DE FEBRERO = VEINTICATORCE DE SEPTUBRE”

Eso es: día de las parejas, o sea que tú no, tú no y tú tampoco. Quedáis excluidos oficialmente del homenaje que rinde este día a las parejas. Es decir, los números primos pares de personas sí, y los demás, absténganse de adquirir aunque sea un mínimo de atención o símbolos de afecto. Ya que no tienen a alguien deseado en su compañía.

Salimos de clase y me dice: “¿Me acompañas a comprar algo para una chica?”.

¿Cómo me voy a negar?, ¡Sería un sacrilegio! Tras mi obligado consentimiento nos vamos al rastro, a ver baratijas de esas que sólo son bonitas si llevan afecto en la entrega…Una mediocre, otra hortera, otra sosa… hasta que llega la perfecta: la gargantilla por excelencia. Él nunca tuvo el cuello esbelto, como buen “macho” que es, así que, con mis sospechas crecientes, me lo pruebo: “Te queda como un guante!”. Qué cielo, cómo disimula, con qué poco garbo, y cómo se nota que me está comprando mi propio regalo…En fin, déjale, tú déjale, que al final será mejor si te haces la tonta…

Y una vez en tu portal, sabes llevar la conversación hasta tal punto, que tu ex novio, después de haberle hecho el favor de acompañarle, no debería saber otra cosa que agradecértelo en especie, en esa especie de objeto que lleva envuelto en un papelajo con lacito. Pero no: dos besos y a casita que llueve.

Y esa misma noche, como casualmente es viernes, no se te ocurre otra cosa que salir, para ver si cae alguna rosa, algún bicho de esos que venden los chinos, que tanto esquivamos en apariencia, y que tanto anhelamos en verdad.

No: ni Adolfo ha salido por donde tú vas para ser tu “amante bandido”, ni Germán ha decidido que solamente tú eres la chica que realmente merecía su compañía esa noche (y no la guarra de Teresa, que con esa raja en la falda, algún día se va a coger una neumonía que se puede ir al patatal…), y peor… Lo peor de todo es el momento en que decides irte a casa. Estás cansada, la seriedad se ha petrificado en tu cara, la marcha en el cuerpo se ha volatilizado, como el mareíllo del alcohol, a la salida del bar te lo encuentras. Ese sapo retorcido y maloliente (su nombre es Manu, para más información) le está succionando hasta los intestinos a una loba inmerecedora de la preciosa gargantilla que lleva. Ya no quedan esperanzas, y no estás dispuesta a buscar más jaleos, porque, encima de la cama, sentada, sin desvestir todavía, mientras miras al póster de la pared, con figura hierática y quebrantada por escalofríos ocasionales, sabes que vas a estar mucho más cómoda.

Y tanto repetir una y otra vez las escenas de la noche, o de lo que es recordable de la noche, repites un año más el auto flagelo mental: si es que soy lerda, ¿por qué no le dije que sí a César en su momento?... Con lo majo que es, pero es que…no me gusta…aunque ahora tendría rosa seguro. Pero una rosa más o una rosa menos: ¿qué más da? Tengo la de Manu ahí, para la posteridad. Bueno lleva ahí casi un año, pero es igual de bonita. Manu me la regalo, Manu…Odio a Manu… No tiene gusto, ni siquiera para las gargantillas, y mucho menos para las lobas, que siempre está rodeado de lobas…¿Y por qué yo no?...Bueno, no debería quejarme, porque yo también tengo mi cosa, también ligo…pero nunca en San Valentín…Siempre, por narices tengo que estar sola en San Valentín, y eso es muy agobiante…y ¿qué importa? Tengo un montón de amigos, y …No es lo mismo, definitivamente no lo es…Odio este día…Bueno, no…creo que es este día el que me odia a mí.

Existe una época durante el año en que somos felices con la pareja, en que podemos regalarle tan sólo sonrisas y calidez del alma, y en que no pretendemos otra cosa que disfrutar de su alegría. Saca el mayor partido de ese tiempo, aprovecha los dichos preestablecidos del “carpe diem” y el “cogite virgo rosas…”, que para algo están. Pero hazlo a tu manera. No esperes a San Valentín, entrégale hoy mismo tu verdadera riqueza personal, ponte a sus pies, aunque algún día te arrepientas. No dejes nunca que un calendario rija tus delirios pasionales, porque entonces se congelan, se rompen y se vuelven inútiles. Esos arrebatos son así, imprevisibles, sin cuando, sin qué, sin para qué, sólo con un por qué: deseas, amas, y por eso entregas para no recibir.

Si en este 14 de Febrero no tienes a quién besar en los labios, reserva tu beso, no lo malgastes en otra persona si sabes que no es la adecuada. Espera a que tu “alguien” esté ahí para recibirlo, tal vez dentro de mucho o tal vez dentro de poco tiempo. Siempre que lo has perseguido incansable con la mirada; todas las palabras que te has tragado para no parecer plasta; todos los nudos de garganta neutralizados para maquillar los celos; y ante todo, una espera harto prolongada y disimulada, calmada a base de sucedáneos, merecen un buen desenlace. Todo el mundo lo tiene, y nosotros, que somos igualmente mortales, también. Cuida que sea dulce, cuida que sea sincero, cuida que sea reconfortante, que sea personal, y que sea cuando tú quieras: no mires relojes ni calendarios, auque sea 14 de Febrero…

AIW – 31/01/2000

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